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23 diciembre 2012
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Boris Vian: Le déserteur (El desertor)
Boris Vian: Le déserteur (El desertor)
El
escritor y músico francés Boris Vian, escribió este poema-canción en
1950 como una forma de protestar en contra de la agresión colonial
francesa en Argelia. En ella, llamaba a no cumplir con el servicio
militar, hecho que generó el rechazo del público y la crítica, y trajo
sobre Vian la censura del gobierno, que lo obligó a modificar los versos
para poder interpretarla.
Con posterioridad, el tema adquiriría popularidad como un himno durante las movilizaciones contra la guerra de Vietnam.
Con posterioridad, el tema adquiriría popularidad como un himno durante las movilizaciones contra la guerra de Vietnam.
Monsieur le Président Je vous fais une lettre Que vous lirez peut-être Si vous avez le temps Je viens de recevoir Mes papiers militaires Pour partir à la guerre Avant mercredi soir Monsieur le Président Je ne veux pas la faire Je ne suis pas sur terre Pour tuer des pauvres gens C'est pas pour vous fâcher Il faut que je vous dise Ma décision est prise Je m'en vais déserter Depuis que je suis né J'ai vu mourir mon père J'ai vu partir mes frères Et pleurer mes enfants Ma mère a tant souffert Elle est dedans sa tombe Et se moque des bombes Et se moque des vers Quand j'étais prisonnier On m'a volé ma femme On m'a volé mon âme Et tout mon cher passé Demain de bon matin Je fermerai ma porte Au nez des années mortes J'irai sur les chemins Je mendierai ma vie Sur les routes de France De Bretagne en Provence Et je dirai aux gens: Refusez d'obéir Refusez de la faire N'allez pas à la guerre Refusez de partir S'il faut donner son sang Allez donner le vôtre Vous êtes bon apôtre Monsieur le Président Si vous me poursuivez Prévenez vos gendarmes Que je n'aurai pas d'armes Et qu'ils pourront tirer | Señor Presidente Le escribo una carta Que tal vez leerá Si tiene tiempo Acabo de recibir Mis papeles militares Para ir a la guerra Antes del miércoles por la tarde Señor Presidente Yo no quiero hacerla No he venido a la tierra Para matar a pobres gentes Sin ánimo de molestarle Es preciso que le diga Que mi decisión esta tomada Voy a desertar Desde que nací He visto morir a mi padre He visto irse a mis hermanos Y llorar a mis hijos Mi madre sufrió tanto Que está ya en la tumba Y re ríe de las bombas Y se ríe de los gusanos Cuando era prisionero Me quitaron a mi mujer Me quitaron mi alma Y todo mi pasado Mañana temprano Cerraré la puerta En las narices de los años muertos Iré por los caminos Mendigaré mi vida Por las carreteras de Francia De Bretaña a Provenza Diciéndole a la gente: Negaros a obedecer Negaros a hacerla No vayáis a la guerra Negaros a partir Si hay que dar la sangre Vaya usted a dar la suya Usted es un buen apóstol Señor Presidente Si me hace perseguir Prevenga a sus gendarmes De que no llevaré armas Y que podrán disparar |
08 diciembre 2012
07 diciembre 2012
26 noviembre 2012
Maestros leoneses, carne de cañón
Maestros leoneses, carne de cañón
Josefina García, de 100 años, pasó casi la mitad de su vida en México, adonde huyó con su padre tras el fusilamiento de su hermano a principios de la Guerra Civil
Salió de su casa con lo puesto, en mitad de la noche, al monte, caminando por el reguero para no dejar pisadas en la nieve. Josefina García tenía aquella madrugada de 1936, 24 años. No volvería a su hogar, en Truébano de Babia (León), hasta los 47, y de visita. El pasado marzo cumplió un siglo y ha pasado casi una vida entera desde aquella huida, pero el miedo de verdad se pega a la memoria como un traje de buzo al cuerpo. No ha olvidado un detalle.
Los falangistas acababan de fusilar a su hermano, Justiniano, el único varón entre siete chicas. “Lo mataron de los primeros, por ser de izquierdas. Vinieron a buscarle, se lo llevaron en un camión con otros hombres y no le vimos más”, recuerda. “Estaban matando a mucha gente. Maestros no dejaban ni a uno”. Y esa era, precisamente, la profesión de Josefina y de su padre, Mariano. Carne de cañón. Él huyó primero. Se escondió con otros maestros en un pajar de Taverga (Asturias). No supo que a su mujer la habían metido en la cárcel por no querer revelar dónde estaba hasta que su hija se reunió con él en aquel pajar y se lo contó. Josefina había estado llevándole comida a su madre a la prisión: tres kilómetros a pie cada día. Cuando pidió permiso para ir a ver a su tía, también presa, en otro pueblo, en el cuartel pensaron que era una espía. Y decidió huir antes de intentar dar las explicaciones que a tantos otros no les habían servido de nada.
Josefina, cuarta por la izquierda, con sus padres y cuatro de sus hermanas antes de la guerra.
Asturias fue solo la primera parada. “La guerra nos fue llevando. Fuimos a Cataluña, donde dimos clases de castellano a los que solo hablaban catalán y temían problemas. Y después, a Francia. Me quedé con las ganas de ver París”, dice aún con verdadero fastidio. “Me invitó una amiga francesa, pero no pude ir por la razón más tonta. ¡No tenía ropa interior! Solo tenía una muda y cuando la lavaba tenía que estar todo el día en cama esperando a que secara”.
La huida continuó. Terminaron en México porque así se lo aconsejó a la familia de Félix Gordón Ordás, natural de León, entonces embajador español en México. Se lo explicaba el tío de Josefina, Elías, en una carta el 14 de marzo de 1939 al embajador mexicano en París, Narciso Bassols, rescatada ahora del Acervo Histórico Diplomático de la Secretaría de Relaciones Exteriores mexicana. David Rubio, sobrino nieto de Josefina, se la lee —no le falla la memoria, pero sí la vista— y ella recuerda enseguida que si terminaron en México fue por aquel consejo de quien terminaría siendo el presidente del Gobierno de la República en el exilio. “Si no, habría sido cualquier otro país. Lo importante era salir. Si nos hubiéramos quedado en España, a mi padre lo habrían matado con toda seguridad y a mí quizá también”. El 13 de julio de 1939, ella, su padre, su tío y sus primas zarparon de Puillac (Burdeos) rumbo a México. Les acompañaban 2.000 españoles que huían de lo mismo y viajaban, como ellos, con lo puesto.
“Yo nunca había visto el mar. Lo vi por primera vez desde aquel barco”, recuerda. Su padre escribió un diario a bordo que David recuperó y publicó en el Diario de León: “Al subir nos dijeron que retrasásemos nuestros relojes 30 minutos cada uno de los 14 días que pasáramos a bordo y que así estaría en hora cuando atracáramos en Veracruz”, escribió en sus primeras líneas. La hora le inquietaría durante muchas páginas. “Me carcome la curiosidad de saber si será cierto que mi reloj marcará la hora mexicana una vez ponga el pie en tierra...”.
Mariano escribía mucho sobre su hija. “Estoy preocupado y orgulloso de ella a partes iguales. Ha perdido mucho peso (...) No soporta ni la nostalgia de nuestra familia, ni, supongo, la ausencia del novio que debió dejar en Truébano y por el que no quiero preguntarle...” —Se llamaba Pepe. “Era muy guapo. No nos pudimos ni despedir”, lamenta Josefina—. “Josefa se preocupa por mí a todas horas. Creo que me acompaña por miedo a que me ocurra algo, para cuidar a su padre, un viejo maestro de casi 70 años al que, en lugar de la jubilación, le ha llegado el exilio...”. El 27 de julio llegaron a México. “Las cinco marcaba mi reloj, exactamente la misma hora que todos los relojes de Veracruz”, escribió sorprendido Mariano en su diario. Se adaptaron pronto. “Todo funcionaba con la mordida. Me apunté a clases para aprender a manejar (conducir) —a Josefina aún se le escapan palabras en mexicano y sigue respondiendo al teléfono con un exótico ¿Bueno?—, y el primer día me dijeron que si les daba cien pesos, me daban el carné. ‘¡Pero si no sé nada!’, les dije. Les daba igual”.
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El Comité de Ayuda a los Españoles les dio dinero, ropa y un puesto de trabajo en un pueblo llamado Roque para formar a profesores rurales. “¡Nos preguntaban cómo habíamos llegado desde España, si a pie o a caballo!”, recuerda Josefina entre risas.
Luego se reunieron en México DF con el resto de la familia y otros que se incorporaron a ella. “Fuera de tu país, los españoles somos familia”, explica. También hizo un amigo famoso. “Conocí a Plácido Domingo. Cantábamos rancheras y él tocaba el piano”.
Josefina recuerda que a su padre le extrañaba ver a las mexicanas esperar a sus maridos en las fábricas. Pensó que eran mucho más agradables que las españolas hasta que un día, hablando con una, averiguó la verdad: iban para interceptarles y que no se gastaran el jornal en la taberna. Josefina volvió a España en 1959: “Mi madre me dijo que a los hijos que están fuera, siempre se les quiere más”. Y en 1986, definitivamente. Estaba un poco cansada de los terremotos de México y del picante, al que nunca se acostumbró.
Natalia Junquera León 24 NOV 2012 EL PAÍS
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Noam Chomsky “10 estrategias de manipulación” a través de los medios
Noam Chomsky
1- La estrategia de la distracción.
El elemento primordial del control social es la estrategia de la distracción que consiste en desviar la atención del público de los problemas importantes y de los cambios decididos por las elites políticas y económicas, mediante la técnica del diluvio o inundación de continuas distracciones y de informaciones insignificantes. La estrategia de la distracción es igualmente indispensable para impedir al público interesarse por los conocimientos esenciales, en el área de la ciencia, la economía, la psicología, la neurobiología y la cibernética. “Mantener la Atención del público distraída, lejos de los verdaderos problemas sociales, cautivada por temas sin importancia real. Mantener al público ocupado, ocupado, ocupado, sin ningún tiempo para pensar; de vuelta a granja como los otros animales (cita del texto Armas silenciosas para guerras tranquilas)”.
2- Crear problemas, después ofrecer soluciones.
Este método también es llamado “problema-reacción-solución”. Se crea un problema, una “situación” prevista para causar cierta reacción en el público, a fin de que éste sea el mandante de las medidas que se desea hacer aceptar. Por ejemplo: dejar que se desenvuelva o se intensifique la violencia urbana, u organizar atentados sangrientos, a fin de que el público sea el demandante de leyes de seguridad y políticas en perjuicio de la libertad. O también: crear una crisis económica para hacer aceptar como un mal necesario el retroceso de los derechos sociales y el desmantelamiento de los servicios públicos.
3- La estrategia de la gradualidad.
Para hacer que se acepte una medida inaceptable, basta aplicarla gradualmente, a cuentagotas, por años consecutivos. Es de esa manera que condiciones socioeconómicas radicalmente nuevas (neoliberalismo) fueron impuestas durante las décadas de 1980 y 1990: Estado mínimo, privatizaciones, precariedad, flexibilidad, desempleo en masa, salarios que ya no aseguran ingresos decentes, tantos cambios que hubieran provocado una revolución si hubiesen sido aplicadas de una sola vez.
4- La estrategia de diferir.
Otra manera de hacer aceptar una decisión impopular es la de presentarla como “dolorosa y necesaria”, obteniendo la aceptación pública, en el momento, para una aplicación futura. Es más fácil aceptar un sacrificio futuro que un sacrificio inmediato. Primero, porque el esfuerzo no es empleado inmediatamente. Luego, porque el público, la masa, tiene siempre la tendencia a esperar ingenuamente que “todo irá mejorar mañana” y que el sacrificio exigido podrá ser evitado. Esto da más tiempo al público para acostumbrarse a la idea del cambio y de aceptarla con resignación cuando llegue el momento.
5- Dirigirse al público como criaturas de poca edad.
La mayoría de la publicidad dirigida al gran público utiliza discurso, argumentos, personajes y entonación particularmente infantiles, muchas veces próximos a la debilidad, como si el espectador fuese una criatura de poca edad o un deficiente mental. Cuanto más se intente buscar engañar al espectador, más se tiende a adoptar un tono infantilizante. ¿Por qué? “Si uno se dirige a una persona como si ella tuviese la edad de 12 años o menos, entonces, en razón de la sugestionabilidad, ella tenderá, con cierta probabilidad, a una respuesta o reacción también desprovista de un sentido crítico como la de una persona de 12 años o menos de edad (ver Armas silenciosas para guerras tranquilas)”.
6- Utilizar el aspecto emocional mucho más que la reflexión.
Hacer uso del aspecto emocional es una técnica clásica para causar un corto circuito en el análisis racional, y finalmente al sentido crítico de los individuos. Por otra parte, la utilización del registro emocional permite abrir la puerta de acceso al inconsciente para implantar o injertar ideas, deseos, miedos y temores, compulsiones, o inducir comportamientos…
7- Mantener al público en la ignorancia y la mediocridad.
Hacer que el público sea incapaz de comprender las tecnologías y los métodos utilizados para su control y su esclavitud. “La calidad de la educación dada a las clases sociales inferiores debe ser la más pobre y mediocre posible, de forma que la distancia de la ignorancia que planea entre las clases inferiores y las clases sociales superiores sea y permanezca imposibles de alcanzar para las clases inferiores (ver ‘Armas silenciosas para guerras tranquilas)”.
8- Estimular al público a ser complaciente con la mediocridad.
Promover al público a creer que es moda el hecho de ser estúpido, vulgar e inculto…
9- Reforzar la autoculpabilidad.
Hacer creer al individuo que es solamente él el culpable por su propia desgracia, por causa de la insuficiencia de su inteligencia, de sus capacidades, o de sus esfuerzos. Así, en lugar de rebelarse contra el sistema económico, el individuo se autodesvalida y se culpa, lo que genera un estado depresivo, uno de cuyos efectos es la inhibición de su acción. ¡Y, sin acción, no hay revolución!
10- Conocer a los individuos mejor de lo que ellos mismos se conocen.
En el transcurso de los últimos 50 años, los avances acelerados de la ciencia han generado una creciente brecha entre los conocimientos del público y aquellos poseídas y utilizados por las elites dominantes. Gracias a la biología, la neurobiología y la psicología aplicada, el “sistema” ha disfrutado de un conocimiento avanzado del ser humano, tanto de forma física como psicológicamente. El sistema ha conseguido conocer mejor al individuo común de lo que él se conoce a sí mismo. Esto significa que, en la mayoría de los casos, el sistema ejerce un control mayor y un gran poder sobre los individuos, mayor que el de los individuos sobre sí mismos.
1- La estrategia de la distracción.
El elemento primordial del control social es la estrategia de la distracción que consiste en desviar la atención del público de los problemas importantes y de los cambios decididos por las elites políticas y económicas, mediante la técnica del diluvio o inundación de continuas distracciones y de informaciones insignificantes. La estrategia de la distracción es igualmente indispensable para impedir al público interesarse por los conocimientos esenciales, en el área de la ciencia, la economía, la psicología, la neurobiología y la cibernética. “Mantener la Atención del público distraída, lejos de los verdaderos problemas sociales, cautivada por temas sin importancia real. Mantener al público ocupado, ocupado, ocupado, sin ningún tiempo para pensar; de vuelta a granja como los otros animales (cita del texto Armas silenciosas para guerras tranquilas)”.
2- Crear problemas, después ofrecer soluciones.
Este método también es llamado “problema-reacción-solución”. Se crea un problema, una “situación” prevista para causar cierta reacción en el público, a fin de que éste sea el mandante de las medidas que se desea hacer aceptar. Por ejemplo: dejar que se desenvuelva o se intensifique la violencia urbana, u organizar atentados sangrientos, a fin de que el público sea el demandante de leyes de seguridad y políticas en perjuicio de la libertad. O también: crear una crisis económica para hacer aceptar como un mal necesario el retroceso de los derechos sociales y el desmantelamiento de los servicios públicos.
3- La estrategia de la gradualidad.
Para hacer que se acepte una medida inaceptable, basta aplicarla gradualmente, a cuentagotas, por años consecutivos. Es de esa manera que condiciones socioeconómicas radicalmente nuevas (neoliberalismo) fueron impuestas durante las décadas de 1980 y 1990: Estado mínimo, privatizaciones, precariedad, flexibilidad, desempleo en masa, salarios que ya no aseguran ingresos decentes, tantos cambios que hubieran provocado una revolución si hubiesen sido aplicadas de una sola vez.
4- La estrategia de diferir.
Otra manera de hacer aceptar una decisión impopular es la de presentarla como “dolorosa y necesaria”, obteniendo la aceptación pública, en el momento, para una aplicación futura. Es más fácil aceptar un sacrificio futuro que un sacrificio inmediato. Primero, porque el esfuerzo no es empleado inmediatamente. Luego, porque el público, la masa, tiene siempre la tendencia a esperar ingenuamente que “todo irá mejorar mañana” y que el sacrificio exigido podrá ser evitado. Esto da más tiempo al público para acostumbrarse a la idea del cambio y de aceptarla con resignación cuando llegue el momento.
5- Dirigirse al público como criaturas de poca edad.
La mayoría de la publicidad dirigida al gran público utiliza discurso, argumentos, personajes y entonación particularmente infantiles, muchas veces próximos a la debilidad, como si el espectador fuese una criatura de poca edad o un deficiente mental. Cuanto más se intente buscar engañar al espectador, más se tiende a adoptar un tono infantilizante. ¿Por qué? “Si uno se dirige a una persona como si ella tuviese la edad de 12 años o menos, entonces, en razón de la sugestionabilidad, ella tenderá, con cierta probabilidad, a una respuesta o reacción también desprovista de un sentido crítico como la de una persona de 12 años o menos de edad (ver Armas silenciosas para guerras tranquilas)”.
6- Utilizar el aspecto emocional mucho más que la reflexión.
Hacer uso del aspecto emocional es una técnica clásica para causar un corto circuito en el análisis racional, y finalmente al sentido crítico de los individuos. Por otra parte, la utilización del registro emocional permite abrir la puerta de acceso al inconsciente para implantar o injertar ideas, deseos, miedos y temores, compulsiones, o inducir comportamientos…
7- Mantener al público en la ignorancia y la mediocridad.
Hacer que el público sea incapaz de comprender las tecnologías y los métodos utilizados para su control y su esclavitud. “La calidad de la educación dada a las clases sociales inferiores debe ser la más pobre y mediocre posible, de forma que la distancia de la ignorancia que planea entre las clases inferiores y las clases sociales superiores sea y permanezca imposibles de alcanzar para las clases inferiores (ver ‘Armas silenciosas para guerras tranquilas)”.
8- Estimular al público a ser complaciente con la mediocridad.
Promover al público a creer que es moda el hecho de ser estúpido, vulgar e inculto…
9- Reforzar la autoculpabilidad.
Hacer creer al individuo que es solamente él el culpable por su propia desgracia, por causa de la insuficiencia de su inteligencia, de sus capacidades, o de sus esfuerzos. Así, en lugar de rebelarse contra el sistema económico, el individuo se autodesvalida y se culpa, lo que genera un estado depresivo, uno de cuyos efectos es la inhibición de su acción. ¡Y, sin acción, no hay revolución!
10- Conocer a los individuos mejor de lo que ellos mismos se conocen.
En el transcurso de los últimos 50 años, los avances acelerados de la ciencia han generado una creciente brecha entre los conocimientos del público y aquellos poseídas y utilizados por las elites dominantes. Gracias a la biología, la neurobiología y la psicología aplicada, el “sistema” ha disfrutado de un conocimiento avanzado del ser humano, tanto de forma física como psicológicamente. El sistema ha conseguido conocer mejor al individuo común de lo que él se conoce a sí mismo. Esto significa que, en la mayoría de los casos, el sistema ejerce un control mayor y un gran poder sobre los individuos, mayor que el de los individuos sobre sí mismos.