16 febrero 2010

La vida en una cuadra de la montaña con pocas vacas

Toño se agacha para ir pasando la ordeñadora por las ubres de la docena de vacas que ordeña cada día.
MAURICIO PEÑA

Si a alguien le quedan dudas de que el despoblamiento del mundo rural tiene que ver o no con la desaparición de una forma de vida, la de los agricultores y los ganaderos, la que sólo entiende el campo y el ganado como única forma de salir adelante, que visite Truébano de Babia. En este precioso pueblo de la montaña leonesa hay, durante el invierno, tan sólo cinco casas abiertas. En ellas, el visitante encontrará tres cuadras.
Hoy, el único futuro para los jóvenesque se crían en la única y empinada calle del pueblo, y en sus hermosos prados y montes, es irse a otro lugar, a no ser que quieran seguir con la profesión de sus padres y, como ellos, ir saliendo adelante sin obsesionarse con mirar hacia el futuro. Por eso se cerró la escuela y por eso hoy ya no quedan chavales en el cruce de la carretera esperando a que el autobús les lleve al colegio rural agrupado, que está en Huergas. La vida en Babia transcurre de otra manera. Probablemete ni mejor ni peor, pero sin duda más despacio. Buena prueba de ello es la hora a la ordeñan en la cuadra de Ita y Toño: cerca de las 11 de la mañana.
Son el matrimonio más joven del pueblo, la única fuente para algunos de alegría, para otros de suciedad por el rastro que van dejando sus vacas, pero, en cualquier caso, los responsables de la única actividad que llena de vida durante el invierno Truébano de Babia. Tienen la cuadra en el mismo sitio que la tenía el padre de Ita –guapa incluso cuando saca el abono de la cuadra “llena de mierda hasta los topes”, dice ella– y prácticamente con las mismas instalaciones. Toño tuvo varios trabajos de los que salió rebotadopor unos motivos u otros, hasta que un día decidió seguir adelante con las vacas de su suegro.
Al contrario de lo que ocurre en otras cuadras, no hay que madrugar para ordeñar porque el camión que recoge la leche viene cada dos días. De este modo, todo transcurre de otra manera. Lo que está claro es que aquellos que se han adaptado a vivir en Babia no quieren cambiar de destino por nada. Toño ordeña a las 11, después desayuna (chorizo, queso, cecina... aprovechando que acaba de llegar el panadero de Riolago en su furgoneta) y luego se marcha con las vacas, que encuentran en los hermosos montes cercanos el mejor pasto posible. Así, hasta que oscurece y vuelve a la cuadra para ordeñarlas.
Pero, claro, cuando vienen mal dadas... La leche la pagan cada vez menos y este año no ha llovido casi en primavera, con lo cual ni los números salen ni hay los pastos que había otros veranos, los que han convertido a Babia en una de las más famosas cunas de ganado de toda España. Y, por supuesto, no hay dinero para comprar hierba. A cualquier otra persona, esta situación le desesperaría, pero en Babia lo llevan de otra manera, con calma, sin obsesionarse con el futuro y pensando que alguna solución llegará por el camino.
Para muchos condenadas a una muerte lenta y segura, las pequeñas cuadras son, paradójicamente, las que mejor se enfrentan a los malos tiempos, a las épocas en las que el litro de leche se paga cada vez menos, puesto que, del mismo modo que son menos los ingresos, son también menos los gastos y, por lo general, aquellos que las regentan son los últimos representantes de un modo de vida que muchos creen ya completamente desaparecido, el que tiene en el campo, el ganado y el trabajo diario la única forma de sustento.
David Rubio - La Crónica de León


Los babianos lamentan las restricciones burocráticas

También en Truébano tienen su cuadra Benjamín y Paquita, de dimensiones parecidas a la de Ita y Toño. Como ellos, también se hacen sus cuentas en pesetas, y dicen que les pagan a 40 pesetas el litro. “Antes si nos pasábamos a la hora de entregar litros de leche nos multaban, pero ahora, esta multa yo no sé si la podremos superar”, se lamenta Paquita, que tiene recuerdos para todas las administraciones. “Aquí nos tienen muy acosados, y así es como nos toca vivir. No nos dejan ni cortar los árboles que son nuestros, ni quemar los rastrojos después de podar, ni nada”. La situación es compartida con los habitantes de los otros 28 pueblos que conforman la Reserva de la Biosfera de Babia, donde las diferentes figuras de protección medioambiental que se han ido creando, la última la de Parque Natural, que vienen a suponer muchas limitaciones para el trabajo cotidianos de cientos de babianos

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